Un error que me costó muy caro - Lara Santaella
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Un error que me costó muy caro

Descripción de la imagen: A falta de una imagen nueva del día, os dejo una instantánea antigua de las oficinas de Nuevo Torneo, desde donde salí corriendo hasta el Hospital Virgen del Rocío. Vemos las torres reflejando un cielo azul atardecer, con una zona anaranjada por las farolas del complejo.

No sé si sabéis que los últimos meses he estado a dieta no estricta con un fin muy definido: conseguir mi preciado tratamiento de reemplazo hormonal.

Llega la semana de mi cita con la endocrina y me podían los nervios. Sabía lo que iba a decir en caso de no haber perdido el peso suficiente, tenía otras salidas si no hubiera llegado a conseguir el tratamiento, estaba plenamente preparada. En mi mente, tatuado a fuego, el 26 de febrero de 2019.

Cómo no, la fecha equivocada.

La llamada de los quince pavos

Llego a la oficina, y decido llamar al hospital Virgen del Rocío para cerciorarme de la hora de mi cita. Ah, qué nervios. Marco, descuelgan al otro lado, y hago la pregunta.

Me dicen que la cita no la tengo el 26 de febrero sino el 25. Hoy. Dentro de unos quince minutos. Me pongo de los nervios. Estoy en Nuevo Torneo, a tomar por culo del hospital. No puedo perder la cita, porque a saber para cuándo me dan la próxima.

Le cuento lo ocurrido a mi jefe, chequeo por si las ofertas, y pido un taxi. No me gusta la opción, pero ¡no queda otra!

Quince euros y veinte minutos más tarde, llego al Virgen del Rocío. Paso corriendo al centro de diagnóstico, disfórica perdida y con la tensión por las nubes. Paso a recepción y veo si me pueden ver hoy, por favor, lo suplico de rodillas.

Ya que he llegado tarde, me ponen en lista de espera y allí me quedo, media hora sentada mientras juego con el móvil porque los nervios me impiden hasta leer.

La visita a la endocrina

Me siento, nerviosa, frente a mi endocrina. Me mide la tensión, que la tengo algo más alta de lo normal por los nervios de llegar tarde y de tener que coger un taxi como las burguesas. Mira mi peso y me echa una bronca por sólo haber perdido un kilo —a lo que le respondo que no es cierto, que he perdido siete.

Me pide perdón por el error, y me da la noticia que esperaba como agua de mayo. Por fin empiezo el tratamiento hormonal. Por fin.

Un bloqueador de testosterona —el archiconocido Androcur– y unos parches de estrógeno, a cambiar por pastillas en cuanto pierda unos kilos más.

Por fin, me siento un poco más tranquila. Más relajada. Más completa. Más validada. Más yo.

Camino de casa, ahora sí en autobús, intento respirar hondo y prepararme para buscar mi documentación perdida, sin la cual no podré retirar las recetas.

Pero por fin, soy más yo que nunca.

¿Ah, que cuál es el error que me salió tan caro?

La confusión de fecha, por supuesto. ¡Como si quince euros en taxi no fueran una clavada! ¡Qué digo clavada, fue un tajo con un mandoble a dos manos!

Lara Santaella
larasantaellafoto@gmail.com

Fotógrafa, escritora, traductora y diseñadora gráfica. Orgullosamente trans. Disponible para sesiones y encargos. ¡Pregúntame lo que quieras sin miedo!

2 Comments
  • Stefania Scamardi Fortuna
    Posted at 14:47h, 08 marzo Responder

    Guapa!!!
    Felicidades y fuerza por tu camino!
    Qué bien escribes

  • Pepa
    Posted at 12:46h, 22 octubre Responder

    O sea, que encima de complicarte la existencia para un tratamiento hormonal, te llaman gorda! ? Supongo que habrá alguna razón médica para pedirte que adelgaces, pero me parece el colmo… Espero que, al menos, el tratamiento te esté yendo bien! ?

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