
07 Feb Cucharas en la colada

No sé si habéis oído hablar de la teoría de las cucharas. Ésta explica, de forma sencilla y comprensible, lo que es vivir con cierto tipo de enfermedades físicas y mentales, al menos en cuanto a niveles de energía se refiere.
Con sus doce cucharas en mano, la amiga de Miserandino tenía que enumerar las tareas que tenía que hacer desde la mañana hasta la noche, pero separando cada actividad de forma individual.
Prepararse para ir a trabajar fue la primera respuesta de su amiga, pero Miserandino le dijo «no tan rápido», que cada cosa que hiciera para alistarse podía costarle una cuchara.
Cualquier persona que me conozca un poquito sabrá que yo no tengo una cubertería completa. A menudo me faltan fuerzas para hacer lo más básico, incluso para lidiar con mi propia disforia. Esto, unido a una vida demasiado ajetreada y llena de cosas que hacer, hace que cosas tan sencillas como ocuparse de la colada sean una pesadilla.
Menos mal que existen las lavanderías de monedas.
Qué, ¿no tienes lavadora?
El mayor problema de utilizar la lavadora de casa es que requiere un número muy elevado de cucharas. Separa la ropa. Métela en la lavadora. Espera a que termine el ciclo. Recógela y tiéndela al aire. Espera unas horas (o un par de días) y acuérdate de recogerla. Dóblala. Guárdala.
Son muchas tareas separadas en el tiempo, y nunca sabes si vas a poder tener las fuerzas necesarias para ocuparte de todos los pasos cuando toque.
En la lavandería ya es otra cosa. Metes la ropa en la lavadora, y te pones a leer en la cafetería de enfrente mientras se hace la colada. Vuelves a la lavandería, cambias la ropa de la lavadora a la secadora y en menos de treinta minutos tienes la ropa seca, calentita y lista para doblar. Doblas, guardas en la maleta, y te vas a casa.
A menudo me pregunto cómo será eso de ser neurotípica. ¿Tú no?
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