
13 Ene Una confesión
Como ya sabéis, me he planteado este diario fotográfico como un reto personal. Todos los días, pase lo que pase, una fotografía y un texto que gire en torno a la misma. Para las que me conozcan, quizás les parezca raro que me tenga que marcar el reto de hacer una fotografía diaria.
Eso es porque este diario nunca fue pensado para obligarme a coger la cámara. Este reto fue ideado para obligarme a retomar el hábito de la escritura, algo de lo que disfrutaba mucho en otros tiempos y que por varias razones abandoné en la más indigna de las cunetas.
Por qué dejé de escribir
Aunque no lo creáis o no os lo imaginéis al verme, yo siempre he sido muy tímida. Calladita, apocada, suave y silenciosa, en una esquina escuchando a los demás hablar o, por qué no, ensimismada en un libro o metida en mis propios mundos imaginarios.
Tanto tiempo callada no podía ser bueno, así que empecé a soltar mis chorradas para quien quisiera leerlas. Primero en blogspot, luego en WordPress, luego en un WordPress autogestionado… disfrutaba escribiendo tonterías varias para que las leyeran cuatro gatos, y la validación que sentía cuando me comentaban o veía subir el contador de visitas era suficiente para tentarme a seguir haciéndolo.
De repente, llegó Twitter. ¿Por qué sentarme en casa a darle vueltas a una idea hasta que me diera como mínimo trescientas palabras, cuando podía resumir cualquier idea a 140 caracteres y dejarlo ahí?
También llegó la fotografía. ¿Por qué pulir un texto durante horas para que lo leyeran cinco mataos cuando podía hacer una foto en dos segundos y recibir mucha más validación de muchas más personas?
Aun así, seguía escribiendo. Era divertido, tenía muchas ideas de las que hablar, y no se me daba mal del todo.
Sin embargo, el remate final de mi afición por la escritura llegó con los blogs externos, Upwork y Textbroker. Es difícil mostrar interés por escribir para ti misma cuando te has pasado las últimas cuatro o cinco horas escribiendo por cinco euros sobre el aislamiento térmico de las ventanas de PVC, los mejores implantes dentales en Sevilla o los beneficios del AdBlue. Nada mata una afición como convertirla en un trabajo que no te gusta, chicas.
Y vuelvo a la carga
Con la llegada del año nuevo y de esta nueva página web en constante construcción, me planteo que tengo que ofrecer algo a posibles Patreons. Que tengo que buscar contenido, y que el curso de fotografía sigue sin estar planificado. Que, en definitiva, tengo que volver a escribir, porque fuera excusas, el cuerpo me lo pide.
Además, esto tiene la ventaja de que actúa como pequeño Memento de lo que voy haciendo y dejo de hacer, cosa muy útil en estos momentos de estrés en los cuales no soy capaz de generar nuevos recuerdos. ¡Todos ganamos!
Una grata sorpresa
Hoy me he dado un paseo por la Plaza de España, con fallidas intenciones comerciales. Sin embargo, tuve la suerte de poder coincidir con mi amiga Celia (sí, la del viaje a Granada), que me descubrió algo sorprendente y completamente inesperado.
En la Glorieta de Gustavo Adolfo Bécquer hay un pequeño anaquel de mármol diseñado por el arquitecto Aníbal González en 1918. Este anaquel estaba originalmente destinado para albergar obras del inmortal poeta sevillano —algo de lo que me acabo de enterar— y si bien había un ejemplar de Las Leyendas, también había otra cosa: un gran número de poesías escritas a mano en cuartillas, dejadas allí por escritores y poetas varios, como homenaje o súplica al espíritu de Bécquer.
Me ha parecido absolutamente precioso, y he traído un par para transcribir. ¿Me acompañáis a leer pensamientos ajenos?

Maestro Bécquer
¿Qué hacer con la alegría inmensa de tener sus palabras y la muerte en vida de no tenerlas? ¿Cómo se gestiona eso sin que te destruya? ¿Cómo sobrevivir la cara egoísta del amor que siempre busca ser correspondido? Permítame la energía mía y que obtenga sus palabras todos los días.
Me voy de mi bonita ciudad. Dejo mi familia, mis amigos, su magia, su luna y su sol. Dejo a su río, que es el mío también. Tantas veces vi el agua viajar, estar y cambiar… te quiero, Sevilla
Pido a un dios si hay, a mí misma, o al motor que fue esta loca vida, que me ayude a vivir tranquila y a encontrar el amor en mí y en lo que me rodea. A veces se hace duro vivir. Simpleza, humildad y fuerza. Suerte, X. Adiós no, hasta luego.
Velocidad.
Acelérame el calendario.
Agótame las ganas.
Respírame el deseo.
Olvídame las prisas.Velocidad.
Por favor, no me retrases.
n. covas, #poesíafugitiva
Tras unos breves textos de los cuales sólo conocemos el autor de uno, vamos a lo que os interesa. ¡Que os conozco!
Las fotos del Parque de María Luisa, Plaza de España y alrededores
Como remate a tanto, tantísimo arte encontrado de casualidad, os dejo unas instantáneas capturadas a lo largo del día de hoy. Espero que os gusten, porque algunas ya están a la venta (guiño, guiño).
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