Hoy me he visto en el espejo. Quizás esto no os parezca algo extraño, o quizás os parezca aún más raro el hecho de que no me vea en el espejo más a menudo, ¿verdad?

Sin embargo, hoy me he visto en el espejo. Con (in)tranquilidad. Observando. Juzgando. Midiendo. Por lo normal, miro lo justo para lavarme la cara o afeitarme, pero hoy le he dedicado un buen rato a verme.

Lo que veo, me mata por dentro.

Para quien no lo sepa, o para quien venga de nuevas por aquí, o para quien no tenga ojos en la cara, soy una mujer trans y eso, en parte, significa disforia.

Veo en el espejo un cuerpo que es el mío, pero en el que no estoy a gusto. Veo unos labios preciosos pero que estarían mejor en una cara que no mostrara sombra de barba a los tres segundos del afeitado. Veo vello que no debería estar ahí, a causa del cual me da pánico mostrar piel en público. Veo cosas que faltan y cosas que sobran. Mi falta de flexibilidad (accidental o autoimpuesta) me impide depilarme por mí misma.

Además, tengo cicatrices por prácticamente todo el cuerpo, algunas debido a la dermatilomanía, otras debidas a pasados accidentes. Mi piel dista de ser una piel bonita, y eso me duele por dentro.

En definitiva, tengo lo que podríamos llamar un cuerpo escombro.

Sin embargo, no pienso darme por vencida. Ya he empezado la nueva alimentación, y estoy esforzándome por cumplir unos objetivos calóricos. Hoy me he dado el pequeño caprichito de ir a hacerme las cejas, y próximamente toca la cera en todo el cuerpo, a falta de poder permitirme la láser.

Tengo claro que no llegaré a ser nunca una chica normativa (ojalá me equivoque), pero ¿por qué rendirme antes de intentarlo?

Postdata: intenté hacerme más fotos. Quería obligarme a mostrar más, a intentar ilustrar mis palabras. No he sido capaz. Ojalá pueda en un futuro.